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La sexualidad es algo que no tiene que ver estrictamente con el problema del sexo, sino con el problema de los orígenes, con el problema de la genealogía, con el problema de la estructura del deseo, con el problema de la elección de objeto, con el problema de la constitución del sujeto.

Cuando FREUD se encuentra con la sexualidad, no la va a reconocer en la histérica, la reconoce en un hecho esencial, en una defensa: en la regresión.
Esta defensa es especial porque ella por si sola define la histeria. En este sentirlo, frente a BREUER, FREUD va a mantener una tesis importante, va a mantener que la sexualidad que ellos trataban era el resultado de una defensa. La/s paciente/s producían síntomas y escindían sus personalidades porque mediante ello lo que intentaban era eludir el contacto con determinado tipo de representaciones.
Es al iniciar el concepto de representación, lo que ya como muchas veces hemos visto, lo que ya marca un poco la sexualidad, y todo el origen de una nueva clínica. El concepto de representación y de sexualidad marcaría el origen de la nueva clínica.
¿Por qué precisamente esto?  La idea de una defensa que se constituía en estructura patológica, como era la histeria, una sexualidad que aparecía como efecto de  la negación de determinado tipo de representaciones, ¿Qué es lo que de ello va a surgir? El problema del inconsciente. Al principio lo inconsciente, la idea que se tiene es un poco pedestre, en sentido  de pensar que inconsciente es todo lo que transcurre por debajo de  la consciencia, todo lo que ocurre en otro lugar que en la conciencia. Sin embargo, el término era todavía profundo o más contradictorio porque si en un primer momento se quiere decir que el inconsciente era lo que ocurría lejos de la conciencia, inmediatamente lo que se va a plantear es el sentido mismo de la sexualidad. Es decir, el inconsciente alude no ya a lo que ocurre por debajo de la conciencia sino a lo que ocurre antes de la conciencia. Por esto, éste va a ser un elemento esencial.

Inmediatamente lo que se va a plantear también, con respecto a este mismo problema es ¿qué puede ocurrir para que ciertas representaciones tengan que ser rechazadas? Nos podremos encontrar con una primera propuesta: ciertas representaciones son rechazadas, evidentemente porque causan displacer, son incongruentes con la propia sexualidad que las tendría que recoger. Pero si avanzamos un poco más adelante, inmediatamente el siguiente problema que se nos plantea es el displacer de ciertas representaciones, procedente de que esas representaciones suscitan en nosotros un movimiento de culpabilidad. Y para ello también, inmediatamente, tratamos de saber de donde puede proceder esa culpabilidad.
Si vamos a las culturas, a ciertas sociedades parece que encontramos una respuesta: todas las culturas, todas las sociedades prohíben determinado tipo de prácticas sexuales: pero tampoco ésta respuesta es muy satisfactoria porque si la sexualidad fuera un fenómeno universal,  si la sexualidad fuera un fenómeno biológico, si la sexualidad fuera un fenómeno de tipo evolutivo sucedería entonces que todas las culturas tendrían que prohibir lo mismo. Lo que las sociedades o las culturas prohíben no siempre es lo mismo, de manera que mientras que hay sociedades que no toleran determinado tipo de conductas, determinado tipo de representaciones hay otras culturas que eso que es en algunas materia de prohibición o de censura lo recomiendan, y lo recomiendan imperiosamente.

Tampoco se contesta demasiado bien al problema aludiendo exclusivamente al problema de la prohibición, porque también el Corán prohíbe el vino y lo que vemos es que se prohíbe, como dicen muchos musulmanes, para hacer más deleitoso el beber.
No es la prohibición social lo que hace que determinadas representaciones sexuales, determinados aspectos de la sexualidad se conviertan en fenómenos cargados de culpabilidad. Por tanto la pregunta final que se tiene que plantear es ¿qué puede haber en la sexualidad que tenga que ser reprimido? o si se quiere ¿qué es lo que hace que lo reprimido tenga que ser reprimido? Esta es una cuestión central.

El problema que se plantea es ¿qué entender también por represión? Nosotros nos encontramos en nuestra vida cotidiana con personas que aparentemente tienen una amplia libertada en el sexo, y después nos encontramos con personas totalmente rígidas. Hay personas que tienen fastuosos orgasmos, pero luego son rígidas, de manera que no se llega muy bien a entender ¿de que funciona, o para que funciona exactamente la represión?
A FREUD todas estas preguntas le inquietaron durante mucho tiempo, al principio comienza dando palos de ciego, unas veces contesta con recursos sociológicos, otras veces contesta con recurso religiosos, otras veces contesta con recursos procedentes de su cultura médica.
Pero en el fondo no tiene muy aclarada la situación. Hasta que finalmente llega a una conclusión, que podría ser la conclusión más paradójica de todas porque es una conclusión que nos deja al comienzo de la investigación, la sexualidad que reprimimos es aquella sexualidad que carece de un objeto dado de antemano. El gran problema de la represión es que lo que el sujeto reprime es su actividad, su creatividad, su tener que arreglárselas por si solo, el saber del objeto en tanto que supone un saber del sujeto. Lo que el sujeto reprime es la inquietud del estado anterior a la búsqueda de ese saber.
En el fondo todos nosotros quisiéramos ser, como nos ocurre la mayor parte de las veces en clínica, como nos ocurre la mayor parte de las veces en los grupos de formación, como nos ocurre la mayor parte de las veces siempre que nos encontramos con un tema que nos parece de gran dificultad: el problema siempre es que intentamos reprimir el malestar que nos produce la certidumbre de que acerca de las cosas verdaderamente importantes de la vida no hay un saber previo, sino siempre un saber adquirido, que nunca se esta de vuelta de nada sino que siempre tendrá uno que vérselas con las cosas que más le inquietan, y entre las cosas que más le inquietan a uno, evidentemente esta uno mismo. Por tanto, diríamos lo que uno fundamentalmente reprime es la condición enigmática de ser de nuestra libertad. Reprimimos lo enigmático y no tememos dejar de ser libres si como consecuencia de esa represión se nos evita la angustia, el temor, el pánico en ocasiones de tener que buscar, de tener que preguntar, de tener que plantearnos nosotros mismo que ocurre de eso que está ante nosotros, de eso que hay que buscar. Este sería uno de los elementos esenciales, por eso el pasado día planteamos como un tema paradigmático de esta situación el problema del fetichismo, porque evidentemente en el fetichismo se nos plantea de golpe y porrazo la cuestión de lo enigmático. El fetichismo nos plantea una función de desconocido, nos plantea una situación en la que nos encontraríamos inmersos ante lo real, lo real como desconocimiento.
El fetichismo es algo que nos moviliza, ante lo cual uno no tiene ningún tipo de respuesta hecha, nadie puede explicarse por qué un rastro puede equivaler a una persona, o puede equivaler a un objeto amado o puede equivaler a un objeto sexual.

El concepto de represión, por otro lado, tiene un nivel que es importante situarlo en relación al problema de lo que podríamos llamar la constitución. Habíamos dicho anteriormente que la represión funciona en un momento determinado dentro de la histeria como alejamiento de cierto tipo de representación y veíamos que se daba una situación. Eran aquellas situaciones en las que el sujeto se encontraba ante representaciones que existían antes de que existiera la conciencia, evidentemente las imagos, las fantasías, las imágenes que se desprenden de las fantasías son todas ellas materiales de la experiencia, materiales que permiten metabolizar la experiencia, elementos que van a convertirse en esquemas de tratamiento de los objetos y que no siempre son congruentes con las condiciones de conciencia o con las condiciones perceptivas que reinan en la conciencia. En este sentido, tendríamos que decir: las imagos son, en el lenguaje freudiano, las primeras experiencias que resultan del contacto fusional del niño con el actor vinculante principal. Hasta entonces el niño es tabla rasa, y no hay nada inscrito en él. Se podría decir que hay una serie de huellas que se han producido durante el periodo intrauterino pero que tienen poco relieve en cuanto que constituyentes cognitivos.

Es a partir del momento que ha de desarrollarse la percepción interoceptiva, exteroceptiva, propioceptiva, a partir de ese momento cuando la experiencia propiamente dicha empieza a emerger. En el momento del nacimiento, se puede decir, en términos tajantes de psicoanálisis, que todavía no existe como tal inconsciente. Por tanto, tendremos que afirmar que la posibilidad de inconsciente viene dada por la aparición de todo un material inmagógico que conforma, que configura estructuralmente al niño.
Este material es fundamentalmente un material afectivo; evidentemente hay aspectos de tipo sensitivo?sensorial, pero lo fundamental en cuanto al efecto estructural. es decir, al efecto organizador que van a tener en el psiquismo del niño, es su valor afectivo.
Podríamos decir el que las imagos constituyen las primeras manifestaciones de la sexualidad del ser humano. Desde este punto de vista, constituyen esencialmente una manera o una forma de relacionarse del niño con el mundo estimular bajo la acción del agente vinculante principal.
FREUD llamó etapas a estas maneras de referirse el niño a sus primeros objetos. Por supuesto, cuando nosotros decimos: etapa oral y designamos en esa etapa oral,  fundamentalmente un nivel de imagos, un nivel de fantasías estamos aludiendo más bien a una forma arcaica de constitución de los propios objetos. Es decir, no se puede hablar propiamente de objeto en el sentido que después adaptará cuando las estructuras cognitivas del niño esté ya realizadas.
El niño percibe sus impresiones, sin embargo no estabiliza, no organiza., no formaliza esas impresiones sino bajo la influencia de las vivencias correspondientes de placer o de displacer, de satisfacción o de insatisfacción.
Las imagos,  las fantasías, los objetos son siempre maneras de referirse de alguien hacia los objetos del vinculo. ¿Por qué hacemos esta distinción del vinculo? Pues porque a veces cuando decimos que un psicótico puede tener unos valores cognitivos que en un momento  de compensación no le diferencian de la forma como percibimos todos los demás, estamos aludiendo hacia formas de  inteligencia práctica, de inteligencia situacional, de inteligencia de problemas, inteligencia verbal que nos es común.
Lo que caracteriza a la patología es la alteración del vinculo, la dinámica misma del vinculo. Por supuesto que esta dinámica vincular puede arrojar alteraciones en el terreno cognitivo, pero no tiene porqué necesariamente manifestarse la descompensación a partir de estructuras cognitivas, sino que cuando una descompensación se produce por un conflicto en el terreno de los vínculos, esa descompensación arrastrará consecuencias también en el tratamiento cognitivo de los datos perceptivos.

Las etapas no son sino maneras de relacionarnos con los objetos, maneras de plantearse el vinculo; de ahí el que una fijación en una de estas etapas pueda impregnar de un carácter predominantemente oral, anal o fálico el tratamiento del objeto, el tratamiento del vínculo cuando el sujeto ha experimentado una detención o un conflicto no superable en una de estas etapas fundamentales.

En 1905. FREUD describió tres grandes etapas y un periodo, el periodo que se llama periodo de latencia.
La  primera etapa es la etapa oral. Su importancia sería que aquí el mediador es la zona oral, en cuanto eje que organiza la corporeidad .
En segundo lugar estaría la etapa anal, en donde se produciría lo esencial de la relación narcisista del niño con sus propias producciones; de ahí el que el psicoanálisis plantee casi siempre el tema de la relación del niño con los instrumentos.
Y finalmente la etapa genital. Anteriormente a esta etapa se dará el periodo de latencia. En el periodo de latencia el niño queda adscrito a los modelos culturales de la masculinidad o de la feminidad. La fase genital más que ser una fase privilegiada de contacto con el objeto o una fase privilegiada de vinculación con el objeto lo que representa a nivel corporal sobre todo, es un eje de totalización corporal.
Lo interesante en todo este proceso es que en estas maneras de relacionarse el niño con los objeto, o de constituirse a partir de la constitución del vinculo, el niño va constituyendo su propia corporeidad.
 
   
 
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